SI en las elecciones forales de 2007 Aralar, como responsable de determinar la candidatura a presidente del Gobierno de Navarra por Nafarroa Bai, hubiese elegido a Uxue Barkos en lugar de a Patxi Zabaleta, como reclamaba y deseaba la gran mayoría social de las bases y electores de Nafarroa Bai, y si desde el día siguiente a esas elecciones, desde ese partido no se hubiese iniciado una ofensiva general para patrimonializar y controlar esa coalición orgánica e ideológicamente, la posibilidad de Nafarroa Bai de liderar la alternativa a UPN y ganar electoralmente en Navarra sería hoy una realidad.
Esta opinión, discutible como todas, está fundamentada en una larga práctica política en Navarra que ha demostrado que la estrategia política de la izquierda abertzale para esta tierra, crueldad de ETA aparte, ha sido ineficiente, ineficaz y errónea. Y, en mi opinión, lo sigue siendo.
Sin necesidad de remontarnos muy atrás (por ejemplo su inhibición en las elecciones del 77) baste un par de ejemplos. Uno: si la IA no fuese lo dogmática, intransigente y extremista que es, hoy en día no existiría la zona no vascófona en el ámbito educativo en Navarra y en toda la Ribera de Navarra se habrían podido euskaldunizar miles de niños que hoy ya tendrían, los mayores, 20 años. A esa modificación se opuso radicalmente porque o cooficialidad en toda Navarra o nada. Fue nada y así seguimos. Dos, el llamado Órgano Común Permanente con la Comunidad Autónoma Vasca, aprobado por los dos parlamentos en 1996, hubiese posibilitado la creación de un clima de aproximación e interrelación social e institucional que hubiese condicionado muchas de las decisiones políticas que se han tomado en esta tierra desde entonces. ¿La fusión de las cajas de ahorro, por ejemplo? Fue denostado sin piedad y presentado como una claudicación abertzale.
Ahora nos enfrentamos a unas nuevas elecciones en las que, nuevamente, se lanza el anzuelo de la unidad abertzale para la consecución de algún representante en las Cortes de Madrid. ¿Para hacer qué?, me pregunto.
La tradicional pretensión de la IA, de aplicar a la realidad social de Navarra la misma estrategia que en la Comunidad Autónoma Vasca bajo la premisa de la estrategia nacional, carece de realismo y significa una imposibilidad de crecimiento de apoyos sociales y políticos para materializar avances abertzales concretos. No se debe seguir la misma estrategia allí donde la ikurriña es bandera oficial y donde está proscrita. La propia exigencia de uniformismo electoral ya acredita esta inflexibilidad, cuyas consecuencias son la ineficacia en la gestión de los resultados. Ni el derecho a decidir, ni la autodeterminación ni la normalización, por poner ejemplos de legítimas aspiraciones políticas que sustentamos todos los abertzales, son homologables a una estrategia uniforme en todo el país.
Ese uniformismo es el que superó Nafarroa Bai con éxito en 2004. Y esa necesidad sigue igualmente vigente en 2011. Y, previsiblemente, durante unos cuantos años. Lamentable pero realistamente.
La anunciada estrategia de la IA de plantear estos objetivos como casi exclusivos de la oferta política para estas elecciones, con una presencia asistemática en el Congreso determinada por esa finalidad, me resulta muy, muy insuficiente para Navarra.
La mayoría social de esta tierra no se va a sentir vinculada por ese planteamiento. ¿Y va a ser capaz un grupo de diputados de superar la puesta en escena que ya vimos materializarse, y brillantemente defendida por cierto, en la presentación que el lehendakari Ibarretxe realizó en el Congreso del famoso plan o estatuto político de aquel Gobierno vasco sustentado por PNV y EA y aprobado por el Parlamento Vasco? Fue rechazado en Madrid, pero lo ampara una legitimidad institucional y política incuestionables, susceptible de ser apoyado en instancias internacionales.
La estrategia de la IA y la propia de ETA la han utilizado los partidos españoles para impulsar una legislación antidemocrática. Pero el respaldo de la misma por el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos ha avalado todo el proceso de ilegalización que ha obligado a la IA a buscar salidas que impidiesen su desaparición electoral. Y en esa salida ha impuesto unas condiciones estratégicas de uniformismo electoral en todos los herrialdes, a las que no es ajena la disgregación formal de la originaria Nafarroa Bai, realizada aprovechando ventajismos jurídicos.
Volvemos pues otra vez a los tiempos pasados de Herri Batasuna. También tuvo presencia en Madrid. También tuvo diputado por Navarra (¿quién se acuerda y qué hizo?). También iba a postular la autodeterminación. Tampoco pensaba acudir al Congreso.
Ni va a ser más eficaz que lo que fue Ibarretxe representando institucionalmente a toda una comunidad y moralmente a todo el país, y no solo a una coalición electoral, ni en Navarra podría producir más efecto que la reafirmación abertzale de quienes ya lo somos.
Por eso creo que la propuesta de Geroa Bai tiene el marchamo del contenido y éxito acreditado de Nafarroa Bai. Tiene, además, la personalidad de una líder eficiente, conocida y reconocida aquí y en el Congreso de los Diputados. Y representa la continuación de la única estrategia abertzale en Navarra que ha sido eficaz para, por ejemplo, ikastolas y euskera, concierto económico o creación de la UPNA. Y de toda la legislación progresista aprobada por el Parlamento de Navarra.
El abertzalismo en Navarra no precisa de más estridencias. Necesita eficacia para progresar social y electoralmente. Necesita buenas imágenes y maneras que hagan olvidar muchas barbaridades cometidas en su nombre. Con pasos graduales, para hacerlos firmes e irreversibles en esta sociedad tan manipulada en el antivasquismo.
Necesita, en mi opinión, Geroa Bai.
DIARIO DE NOTICIAS
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